Lunes
Estoy leyendo un libro para tontos sobre el cerebro que es como mejor entiendo las cosas.
Recuerdo a David Bonilla diciéndole a Adrian Sussudio en su podcast sobre otro libro fundamental (Cómo ganar amigos e influir sobre las personas), que hay libros que parece que dicen cosas obvias pero que, de repente, ese refuerzo en lo obvio es el click que te falta.
Leo cosas que ya sé pero que ahora entiendo mejor: que sonreír ayuda a tu cerebro igual que lo ayuda el lenguaje, capaz de construir realidades y tu corteza prefrontal.
Me acuerdo de A. diciendo que él se trabaja, es decir, que se ocupa de sí, de su mismidad, de entenderse para comprender que todo estaba ya ahí, que poco más hay que ese “Conócete a ti mismo” y ese “Sólo sé que no sé nada” que nos lo dice todo.
Como si fuéramos tontos.
Martes
Miércoles
La facturación no se hace sola hay que hacerla.
Jueves
Entró un bebé, con poco más de un año, con sus cosas indescifrables y sus rabietas y sale una niña que no te la acabas.
Los bebés son cajas negras, casi de Schrödinger y no sabes si influyes o no en la caja pero al menos lo intentas.
Luego crecen y van sacando cosas que había en la caja, como un mago, cosas que solo estaban tomando forma: primero unas carreras, luego unas palabras, más tarde un salto y cuando te das cuenta te esta contando lo mejor de su día mientras le lavas los dientes y diciéndote muy seria que no tiene sueño, que si jugamos.
Hoy se graduaba A. en la guardería.
Cuando me enteré, con mi cinismo a priori, pensé en la tremenda estupidez que implicaba: Felicidades A. sabes hacer un círculo.
Como casi siempre, simplificaba. De hecho mi cerebro acabó dándole la vuelta y, si lo piensas bien, quizá no haya graduación más importante que esta. Aquí se han batido el cobre: desde que aquel bebé entró se ha dejado de cagar encima, entiende más o menos a la autoridad, come sola, se pone la cazadora, se viste ella solica y empieza a tener una relación con quién es ella y quiénes son los demás, con todo lo que eso implica.
Como quien dice, ya ha aprendido lo importante.
Me puntualiza R: Le falta aprender a no mezclar bebidas y estará preparada para el mundo.
Eso, en la próxima.
Viernes
Hubo una vez una persona que tuvo una vida tan buena que no había nada que contar de ella.
Comer animales, de Jonathan Safran Foer.
Sábado
Que fácil decir algunas cosas. Que fácil decirlas en cualquier momento, dejarlas ahí tiradas y largarte.
Que difícil decir otras cosas. Que difícil pensarlas, analizarlas, encontrarles significado y lanzarlas sin mover una coma, sin alterar un sentido, sin decir lo que no querías decir, sin destacar lo que no querías recalcar.
Una palabra de más en el momento equivocado y a la mierda 100 años de confianza.
Nada pesa más que una palabra mal dicha.
Sucede que el significado de lo que quieres decir está claro pero el significante no es el adecuado. O el momento. O el día que ha tenido el receptor. O su educación emocional.
Sucede que cada uno somos un relato. Y a nadie le gusta que le narren nada.
Razón tienes en lo del cerebro, muchas veces las obviedades no lo son tanto y como bien comentas ayudan a reforzar eso que tenias rondando por ahí, pero que a veces cuesta sacarlo.
Eso sí graduaciones te quedan para aburrir, es un no parar, yo ya llevo seis o siete y me quedan un puñaooooooooooooooooo!!!!!!!!!!! pero bueno tal y como están las cosas, quejarnos de celebrar algo no es de recibo, aunque lo celebrado no sea algo de relumbrón, al final es una celebración y a estas alturas de la película, todo lo que sea celebrar......bienvenido sea!!!!!!!!!!!
Un placer seguir leyendote!!!!!!!!!